Fotografías: © Rafa Martín

Obras de Beethoven, Saint-Saens, Dvorak y Brahms

Julia Fischer, violín

Sol  Gabetta, violonchelo

BAMBERGER SYMPHONIKER

JAKUB HRUSA, director

IBERMUSICA.12 y 13 de Febrero de 2020.Auditorio nacional, Madrid.

Dentro de la temporada de IBERMUSICA,  nos visitó la Orquesta Sinfónica de Bamberg ,una de las  mejores orquestas alemanas del momento-cuyo origen se remonta a  1946, cuando se fundó agrupando músicos alemanes y checos sin trabajo y sin orquesta ,o  que procedían de la Orquesta alemana de Praga  tras la II Guerra Mundial- de sonido homogéneo, compacto y aterciopelado, de gran volumen sin resultar estridente y de  una asombrosa precisión en los ataques, es decir, lo más parecido a la eximia e insuperable Filarmónica de Berlín.Estuvo, dirigida por su titular, el checo Jakub Hrusa, formidable  y prometedor director.Pero vayamos por partes.

En el primero de los dos conciertos que organizó IBERMUSICA, actuó la excelente violinista alemana Julia Fischer- también concertista de piano- que nos deleitó con una maravillosa versión del  hermosísimo Concierto para violín de Dvorak, luciendo un bello sonido,  un extraordinario manejo del arco y un lirismo  y brillantez sensacionales.Destacó el finale, elocuente, enérgico y resuelto.El acompañamiento orquestal, bajo la poderosa batuta  del director checo Jakub Hrusa fue modélico, ejemplar e insuperablemente idiomático.

Después escuchamos una monumental interpretación de la colosal Primera Sinfonía  de Brahms, que, pese a ser muy tocada en Madrid, hace años  que no escuchábamos ejecutada con tanto brío, solidez , impulso rítmico y fogosidad, siempre dentro de un férreo control impuesto por  Hrusa, que, sin embargo, obtuvo una soberbia y emotiva respuesta orquestal.Toda la orquesta brilló en conjunto, en especial el viento-madera y  los metales, y la Coda del Finale fue apoteósica.

Concierto Julia Fischer
Fotografías: © Rafa Martín

En el segundo concierto,la Sinfónica de Bamberg ,para comenzar,  nos ofreció una vibrante y dramática versión de la inmortal Obertura de Egmont, primera de las piezas que integran el op 84 de Beethoven, música incidental sobre el drama de Goethe, perfectamente planificada por Hrusa.

Fotografías: © Rafa Martín

Tras esta monumental pieza ,escuchamos el  Concierto para violonchelo op 33 de Saint -Saens , con Sol Gabetta como solista, la cual nos deparó momentos  de notable elegancia y sensibilidad en el fraseo y nos asombró con su impecable  y apasionado virtuosismo en el manejo del arco.Hrusa acompañó con detallismo, delicadeza y mimo, arropando a la solista y creando una atmosfera romántica de notable elegancia, cuando la ocasión así lo requería.

Finalmente ,el extraordinario director checo nos mostró el poder musical de su batuta y su innata musicalidad, dirigiendo una formidable interpretación de la magnífica  Sinfonía nº  7 de Dvorak , obra de gran aliento romántico, poderoso pathos eslavo, plagada de bellas melodías y motivos musicales  y pasajes brillantes.La respuesta orquestal fue soberbia , y tan idiomática y fiel al estilo, que parecía que estuviéramos escuchando a la Filarmónica Checa o a  cualquier otra excelente orquesta eslava.Gran éxito en todos los sentidos, solistas , orquesta, un excepcional director con un futuro que se augura ilimitado, destinado a dirigir todavía mejores conjuntos que la extraordinaria orquesta de Bamberg y conciertos , en definitiva,en los que nos reencontramos con dos viejos amigos, indispensables en nuestra cotidiana vida musical: Dvorak y Brahms.

LUIS AGIUS

IBERMUSICA_Evgeny Kissin
© Rafa Martín / Ibermúsica

Obras para piano de Beethoven:Variaciones Heroica, op 35 Sonatas num 8, 17, y 21 

Eugeni Kissin, piano

IBERMÚSICA.1 0 de Febrero de 2020. AUDITORIO NACIONAL

El gran pianista ruso Eugeni Kissin volvió a visitar Madrid de la mano de IBERMÚSICA para homenajear a Beethoven, en el marco de las celebraciones por el 250º aniversario de su nacimiento. Kissin compareció ante el público madrileño con un recital de páginas magistrales del sordo de Bonn, las inmortales Sonatas para piano nº 8 Patética, nº 17, La Tempestad y nº 21 Waldstein , además de las Variaciones Heroica op 35 (cuyo tema es el mismo que el del último movimiento de la Sinfonía nº  3 Heroica).

Kissin, sin ser un pianista “especializado” en Beethoven-ya que su pianismo y su portentosa técnica son más afines a Schumann, Liszt, Prokofiev o Scriabin -está siguiendo los pasos de los grandes pianistas rusos del pasado siglo XX que sí fueron grandes intérpretes de su música para piano, en particular, Sviatoslav Richter y Emil Gilels, y nos ofreció un recital en el que salvo en una de las Sonatas, acarició el olimpo beethoveniano con sus dedos. 
En efecto, así en la Sonata Patética, Kissin desplegó una sólida técnica y  acertó con un tempo  que propició una interpretación de gran impulso dramático y de gran fidelidad al estilo en el primer movimiento y en el Rondo final, ambos movimientos muy bien planificados, tocados y resueltos. 

Sin embargo, al movimiento lento de esta Sonata, el bellísimo Adagio cantábile le faltó lirismo y delicadeza, aunque no intención y flexibilidad en el fraseo, muy depurado. 

© Rafa Martín / Ibermúsica

Sensacionales las Variaciones Heroica op 35, muy enérgicas y soberbiamente acentuadas y delineadas con cincel sobre el teclado, prístinas y demoledoras en las nutridas cascadas de acordes, con un fraseo majestuoso y a la par introspectivo, y magnífico impulso épico. Kissin estuvo formidable, en la línea de colosos del teclado  y grandes expertos beethovenianos como los pianistas Arrau, Gilels, y Brendel o nuestro recordado Esteban Sánchez en esta página, algo árida para el intérprete por su extrema dificultad, y obra precursora en cierto sentido de las monumentales Variaciones Diabelli, las más ambiciosas y geniales de Beethoven.  

La Sonata nº 17 la Tempestad fue algo decepcionante en los dos movimientos iniciales. Al primero, muy elocuente y dramático la faltó sin embargo algo de claridad, respiración y prolongación de las pausas y silencios y la coda fue borrosa en los arpegios graves. El Adagio fue tocado con deliberada tosquedad en los trémolos graves de la mano izquierda y con un fraseo prosaico. 
El famosísimo Allegretto final, por contra, fue muy hermoso, muy bien delineado e “impresionista”- el náufrago que se agarra a la tabla en medio del tremendo oleaje- y muy contrastado, con un tempo giusto, perfecto,  muy disfrutable. 
Kissin tocó con solidez y poderío la Sonata Waldstein, con un imponente primer movimiento, formidable en todos los conceptos: brío, digitación, acentos, articulación, claridad, escaso uso del pedal, y contundente coda. Muy introspectivo el tenebroso Adagio y sensacional el Rondo final muy bello y de gran colorido y fluidez, con un justo uso del pedal sin emborronar jamás. El pianista ruso no ejecutó sin embargo los famosos glissandi de octavas que hemos visto a Pollini Barenboim o Levit o que ejecutaban Gilels o Rubinstein.

Espléndidos y numerosos bises, maravillosamente tocados, en particular, las Variaciones sobre el tema de la Marcha de las Ruinas de Atenas,  brillantísimas, puro, heroico y enérgico Beethoven.

LUIS AGIUS

Quinteto D 667 «LA trucha»

Octeto D 803 en fa mayor para dos violines, viola, cello, contrabajo, fagot, clarinete y trompa

Elena Bashkirova, piano

Camerata de la Royal Concertgebouw Orchestra, Amsterdam

IBERMÚSICA Auditorio Nacional de Madrid. 5 de Febrero de 2020

Ciertamente no es habitual que en un ciclo sinfónico asistamos a una «schubertiade» es decir, a un concierto de repertorio camerístico, en concreto una  fiesta musical, integrada por la música de Franz Schubert, de una sublime belleza y con notables, expertos y solventes intérpretes. El término «schubertiade»  tan caro a los melómanos fue acuñado por los amigos y coetáneos del gran compositor austriaco y esos encuentros “músico-lúdicos” consistían en interminables veladas en las que se comía y bebía copiosamente, se cantaban lieder, y se escuchaban -y bailaban- piezas pianísticas del gran compositor. En algunos casos, también se escuchaban obras de cámara, aunque esto era más inhabitual. En la primera pieza del estupendo concierto que nos ofreció IBERMÚSICA el pasado 5 de febrero, escuchamos el célebre Quinteto en La Mayor «La trucha» denominado así porque su cuarto movimiento consiste en un tema con variaciones que el propio Schubert tomó de su lied » Die forelle«, en el que escuchamos una encantadora y saltarina melodía que evoca el nadar del pez en cuestión envuelto en un acompañamiento pianístico que recuerda la corriente de un río alpino austriaco.A partir de este material, Schubert compuso una obra de gran formato para una formación camerística infrecuente: piano  más cuarteto de cuerda pero sustituyendo un violín por la incorporación de un contrabajo, reforzando así los bajos de la obra y buscando mayor contraste tímbrico y amplitud de tesitura. La versión fue impecable, siguiendo la estupenda pianista Elena Bashkirova la estirpe de los grandes pianistas rusos del siglo XX (Richterk Gilels, Sofronitzki, Yudina y del siglo XXI, Leonskaja, Trifonov, Volodos) grandes intérpretes schubertianos y en particular en grabación o concierto de esta bellísima obra. A destacar el Andante, de hermoso fraseo y muy bien contrastado en su parte central, el extrovertido Scherzo, y el cuarto movimiento, Tema con variaciones, con sensacional actuación del primer violín, y de piano de Bashkirova. Magnífica interpretación, rigurosa, sólida y fiel al estilo en suma, como también lo fue la del monumental Octeto D 903, cuya»divina longitud” ha sido objeto de críticas y reservas por algunos musicólogos, que cometen  el error de no apreciar el amplio desarrollo y vuelo lírico de la música, primorosamente bien escrita para cada instrumento y con un tejido armónico, tímbrico y contrapuntístico irreprochable. A destacar el sublime Adagio, tocado con religiosidad y misticismo por los excelentes solistas de la Camerata de la RCO de Amsterdam, destacando primer violín  y clarinete, sensacionales. Gran y justificado éxito de esta primorosa soirée de música de cámara en torno al inmortal Franz Schubert, uno de los mejores compositores de todos los tiempos en este género.

LUIS AGIUS

Sonatas para violín y piano de op 30/3 (nº8), op 47 «Kreutzer»(nº 9) y op 96 (nº 10)

Leonidas Kavakos, violín

Enrico Pace, piano

Continúan los fastos del “año Beethoven” e IBERMÚSICA nos ha ofrecido un sensacional recital del formidable violinista griego Leonidas Kavakos, del que hace pocas fechas comentábamos en estas mismas páginas su admirable grabación del maravilloso Concierto para violín y orquesta op 61 de Beethoven, el único  que compuso el gran compositor alemán, obra majestuosa, llena de belleza y de una construcción musical antológica, además de contener una de las partes solistas para violín más exigentes  en lo técnico y hermosas en lo musical de la historia del repertorio para este instrumento.

En esta ocasión hemos podido escucharle las hermosísimas Sonatas para violín y piano números 8 (op 30/3) nº 9 op 47 “Kreutzer” ( la joya de la corona de esta colección de música de Beethoven destinada al violín y el piano ) y la deliciosa sonata nº 10 op 96 en sol mayor, una obra menos interpretada y plagada de bellezas. Kavakos lució un sonido bellísimo, un fraseo muy depurado, de corte muy clásico,  pero a la par, con una concepción muy moderna y rigurosa de las partituras de Beethoven en cuanto a ataques y acentos y con un  soberbio manejo del arco. Más que brillante, Kavakos, que dio muestras de su virtuosismo, fue enérgico y elocuente, profundizando  sensiblemente en los pentagramas beethovenianos.

Los tempi fueron magníficos muy fluidos y disfrutables. Sobresaliente y soberbia interpretación de la Sonata Kreutzer, muy matizada, en particular el segundo movimiento, tema con variaciones, tocado con preciosismo, sutileza y refinamiento, después de un imponente primer movimiento. El finale resultó especialmente vibrante.

En cuanto al acompañamiento al piano de Enrico Pace, fue, en líneas generales muy pulcro, sólido, convincente, elegante y con empaque, en perfecta sintonía con Kavakos. Evidentemente no alcanza el pianista italiano la altura del insigne violinista griego, pero su fraseo fue muy bello y su espectro dinámico muy amplio. Gran éxito en una velada donde escuchamos la  verdadera esencia de la música de Beethoven de la mano de un inmenso violinista y mejor músico.

LUIS AGIUS

© Rafa Martín / Ibermúsica

Bezhod Abduraimov, piano

Orquesta Filarmónica de San Petersburgo

Yuri Temirkanov, director

Obras de Beethoven, Brahms y Tchaikovsky

Auditorio Nacional Madrid, 21 y 23 Enero 2020

IBERMÚSICA

El pasado 30 de Noviembre de 2019 falleció repentinamente el gran director letón Mariss Jansons (1943-2019) una de las mejores batutas del mundo, que tenía previsto dirigir en Madrid dentro de la programación de IBERMÚSICA dos conciertos al frente de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera, orquesta de la que era titular, con la actuación del gran pianista Igor Levit.

Al cancelarse la gira de la ORSB, en su lugar IBERMÚSICA, en un loable esfuerzo, ha tenido que sustituir los conciertos previstos  de dicha orquesta con la presencia en Madrid de la histórica Orquesta Filarmónica de San Petersburgo dirigida por su titular, el veterano maestro Yuri Temirkanov, contando la actuación del joven y excelente pianista uzbeko de ascendente proyección internacional, Behzod Abduraimov, que se erigió en notable protagonista de los dos conciertos, tocando espléndidamente dos  magnas obras del gran repertorio, los conciertos para piano y orquesta nº 1 de Tchaikovsky y el nº 1 de Beethoven, los días 21 y 23 de Enero, respectivamente.

En efecto Abduraimov lució una portentosa técnica en Tchaikovsky, no exenta de elegancia, sensibilidad y refinamiento. En los pasajes de bravura estuvo extraordinario, especialmente en el primer movimiento y en el sensacional finale, tocado con gran fogosidad y brillantez. El Andante fue exquisito (aunque el tempo  escogido un poco rápido para lo acostumbrado).

© Rafa Martín / Ibermúsica

Su Beethoven fue equilibrado, limpio, sensible y enérgico, de gran plasticidad y lirismo en el Largo  y notable belleza e impulso rítmico en el Rondo final. En  el primero de los conciertos completaba el programa la magistral Cuarta Sinfonía de Brahms, obra capital de la Historia de la Música. La versión de Temirkanov fue muy irregular y algo decepcionante, de tempi muy rápidos, con momentos de innegable belleza (especialmente en el Andante) pero sin continuidad y con cierta falta de introspección. El tercer movimiento fue notable y el finale irregular, con buenos momentos y otros no bien resueltos por falta de hondura. El acompañamiento del Concierto para piano y orquesta de Tchaikovsky fue modélico e idiomático. En el segundo programa, con la formidable  Cuarta Sinfonía de Tchaikovsky, Temirkanov nos mostró su indudable maestría y obtuvo una excepcional respuesta orquestal de la Filarmónica de San Petersburgo. La versión fue sólida idiomática, dramática, refinada y brillante. Majestuoso el primer movimiento, muy dramático y bien diseñado. Precioso andante de bellísimo fraseo, aunque algo irregular en algunas frases. Inolvidable tercer movimiento, con el famosísimo pizzicato de las cuerdas (alternándose con la marcia del viento madera y metales) refinado, jovial, virtuosístico, colorista, puro Tchaikovsky. Maravilloso.

Brillantísimo final perfectamente planificado, contundente y elocuente, muy bien resuelto

La Filarmónica de San Petersburgo lució un sonido homogéneo y empastado, si bien con un timbre algo oscuro, y falta de precisión en algunos ataques, en momentos puntuales. Excelente en todas sus secciones, destacaron, viento- madera y metales.

En ambos conciertos pudimos escuchar como bises, sendas páginas de Elgar, Nimrod y Salut d´ amour, impecables, sutiles, bellísimas.

Mariss Jansons in memoriam

LUIS AGIUS

G.F.Haendel: “The Messiah”,  HWV 56, oratorio 
Solistas

Keri Fuge, soprano  

Hilarry Summers, contralto

Nick Pritchard, tenorEdward Grint , bajo
The King ´s Consort (coro y orquesta)
Robert King  director

IBERMÚSICA. Auditorio Nacional.Madrid.17 de Diciembre de 2019.

Refinamiento, espiritualidad, sensibilidad, introspección y brillantez.
Esta versión en concierto del maravilloso “Mesías” de  Georg Friedrich Haendel (1685-1759) lo tuvo todo, en gran medida gracias al inconmensurable talento y musicalidad de Robert King, uno de los mejores directores de música barroca de la actualidad y gran autoridad en la interpretación de Haendel. Hace años pudimos escucharle en Madrid una antológica interpretación al frente del mismo conjunto, “King ´s Consort” de la Water Music y de la Música para los Reales FuegosArtificiales del gran  compositor alemán, afincado en Inglaterra.
En esta ocasión y como ya viene siendo tradicional en los últimos años, escuchamos gracias a Ibermúsica en su concierto extraordinario de Navidad, un “Messiah” de corte camerístico-lejos de la tradición decimonónica de interpretarlo con un coro y una orquesta masivos- con un conjunto-consort– de instrumentos de época, reducido pero transparente, de una impecable afinación y una musicalidad extrema.El bajo continuo formado por un clave, violonchelo, fagot, y órgano estuvo sensacional, y la cuerda espléndida.
En cuanto a los solistas destacaron las voces femeninas: la excelente soprano Keri Fuge, de bello timbre, gran volumen, facilidad en el agudo y delicado fraseo y la imponente contralto en presencia y voz   Hilary Summers, de registro medio-grave oscuro ,formidable, lleno de armónicos y muy ajustada al estilo, cantando con detallismo y recogimiento sus recitativos y arias.
Correctos tenor y bajo.

Formidable el coro de 18 voces, modélico tanto en su dicción, como en empaste, ataques y prestación dinámica.
Y por supuesto, el torrente de suprema belleza del Messiah, fue debidamente encauzado por la magistral batuta de Robert King, que impuso un fraseo variado, contrastado, a la par delicado y enérgico, cuidando con mimo  los recitativos y los accompagnatos,   logrando siempre   un admirable y prístino acompañamiento instrumental en las bellísimas arias. Los números corales fueron impecables, idiomáticos, emotivos, dramáticos. En definitiva , una velada musical esplendorosa donde lo espiritual y lo artístico estuvieron absolutamente fusionados. Y por cierto, el celebérrimo Alelullah! fue interpretado con un colorido, una elegancia y una brillantez apoteósica, al igual que el bellísimo “Amen” fugato broche final de este oratorio, obra capital de la historia de la Música y del Arte. Inolvidable.

LUIS AGIUS

LA LONDON PHILARMONIC Y VLADIMIR JUROWSKI IMPRESIONAN EN EL CICLO DE ORQUESTAS DEL MUNDO DE  IBERMÚSICA

Auditorio Nacional, 27 de Noviembre de 2019

  • BRITTEN Concierto para violín op 15
  • MAHLER Sinfonía nº 5 
  • Solista Vilde Frang, violín
  • Auditorio Nacional 28 de Noviembre de 2019
  • ELGAR Concierto para violín op 61
  • SHOSTAKOVICH Sinfonía nº 11 “El año 1905”  
  • Solista Nicola Benedetti, violín
  • Orquesta Filarmónica de Londres
  • Vladimir Jurowski, director

Gracias a IBERMÚSICA hemos tenido la enorme fortuna de asistir a dos imponentes conciertos, por repertorio y calidad musical indiscutible, de la Filarmónica de Londres, admirablemente dirigida por  su titular, el director ruso Vladimir Jurowski, una batuta en alza en el panorama internacional, con toda justicia.Los programas , extensos, estaban integrados por obras maestras del último romanticismo  del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

En el primer concierto, pudimos escuchar una excelente versión del magnífico Concierto para violín op 15 de Britten, con la excelente actuación de la joven y notable violinista noruega Vilde Frang, artista de gran proyección internacional, que tocó con un violín francés, un Vuillaume de  1866, de bello sonido, y muy apropiado para el repertorio romántico-moderno.Su fraseo fue riguroso, con una soberbia acentuación y un absoluto respeto a las indicaciones dinámicas, de “tempo” y matices del compositor inglés. El acompañamiento de la LPO fue idiomático y colorista, con un Jurowski sobrio y que arropó muy bien a la solista.En la segunda parte de este concierto tuvimos la oportunidad de asistir a la audición de una extraordinaria versión de la maravillosa Quinta Sinfonía de Gustav Mahler, una de las obras capitales no solo de Mahler, sino de todo el género sinfónico. Jurowski obtuvo de la orquesta en esta magna obra, una formidable respuesta orquestal, en la que la LPO, una orquesta brillante, sólida, dúctil, de gran solvencia y experiencia, sin alcanzar el nivel de una Filarmónica de Viena, brilló a gran altura en el tomentoso segundo movimiento, así como en  el tercer movimiento Scherzo, donde Jurowski fue capaz de recrear el inclasificable y original universo mahleriano. El célebre Adagietto obtuvo una interpretación sobria, lírica, de tempo lento pero lejos del almibaramiento: bellísimo. El Finale fue resuelto, brillante, festivo, lleno de emoción e intensidad. Jurowski demostró dominar esta excelsa partitura y nos  transmitió el alma mahelriana con todo su color y contrastes.

En el segundo concierto, tuvimos la oportunidad de escuchar el majestuoso y dramático Concierto para violín op 61 de Elgar -dedicado al  legendario violinista Fritz Kreisler- terriblemente complejo tanto en lo técnico como en lo estético. Aquí presenciamos la extraordinaria actuación de la también joven y ya eminente violinista británica Nicola Benedetti -que tocó con un violín Gabriel Stradivarius de 1717, de noble y penetrante sonido- que superó todas las dificultades técnicas de la partitura y nos ofreció un fraseo elegante y apasionado, con una interpretación soberbia de agilidades y “cadenzas”. Nos regaló un  nostágico bis, un “folk tunes” o aire británico, de una soberana belleza. El acompañamiento orquestal de la LPO  y de Jurowski fue modélico, con la tensión y la grandiosidad que esta obra requieren.

Para finalizar, asistimos a un soberbia interpretación de la Sinfonía nº 11 de Dmitri Shostakovich, de la que Jurowski se erigió como un egregio traductor, tanto en la planificación y análisis de la mera ejecución de la obra, como en lo estrictamente interpretativo,  así como en las señas de identidad artístico-emocionales de esta sin par Sinfonía: dolor, amargura, energía , formidable sentido épico, lirismo… Toda la Filarmónica de Londres brilló a gran nivel, con sobresalientes actuaciones del metal, cuerda y percusiones, especialmente en el segundo y tercer movimientos. Formidable e imponente, un Shostakovich para recordar.

LUIS AGIUS

ibermusica_concierto

Auditorio Nacional, 7 de Noviembre de 2019

TCHAIKOVSKY  Romeo y Julieta (Obertura-Fantasía)

RACHMANINOV Concierto para piano nº 2 en Do menor op 18  

TCHAIKOVSKY Sinfonia nº 5  en mi menor op 64 

Solista Ivan Bessonov, piano 

Orquesta Filarmónica Nacional de Rusia

Vladimir Spivakov, director

Precioso concierto con obras maestras e inmortales del gran repertorio el que tuvimos ocasión de escuchar dentro de la programación de IBERMÚSICA de la mano de Orquesta Filarmónica Nacional de Rusia, dirigida por el antaño prestigioso violinista Vladimir Spivakov, que en los años 80 y 90 deslumbró a todos los públicos de los cinco continentes por su asombroso virtuosismo, heredero de una legendaria estirpe de violinistas rusos, como Oistrakh, Kogan, etc. En esta ocasión nos deleitó en su faceta de director,  con excelentes versiones de Romeo y Julieta y de la formidable Sinfonía nº 5 de Tchaikovsky, el más grande compositor ruso de todos los tiempos, Stravinky “dixit” afirmación sobre la que a estas alturas ya no hay ninguna discusión-toda  aquella serie de críticos “snobs” del pasado siglo XX falsamente vanguardistas que tachaban al gran compositor ruso de sentimentaloide o de efectista, han desaparecido afortunadamente- por la soberbia belleza de sus melodías, su incontestable maestría compositiva, su maravilloso uso del color orquestal, su profundo conocimiento de la escritura para todos los instrumentos, su inmensa cultura personal y su refinada sensibilidad.Todo ello se puso de manifiesto especialmente en una antológica versión del sublime Andante de la Quinta Sinfonía, muy matizado y de bellísimo fraseo. El primer movimiento, muy dramático y apasionado estuvo muy bien tocado por la Nacional Rusa, una orquesta de un sonido ruso inconfundible, muy brillante y redondo en metales y viento madera y con una cuerda  de calidad aunque un poco agreste en el empaste, no tan sedosa como la de la Filarmónica de San Petersburgo, la mejor orquesta rusa en todos los aspectos. Al imponente Finale, muy bien ejecutado, le faltó algo de más de brillantez y riesgo  en el tempo (Spivakov es un director de tempi más bien pausados) aunque estuvo coronado por una coda ejemplar.

En Rachmáninov hizo su presentación el jovencísimo pianista ruso Iván Bessonov (17 años), que nos ofreció una hermosa, apasionada y vibrante pero sin sentimentalismos, -algo de lo que también se acusó a Sergéi Rachmaninov, el heredero directo de Tchaikovsky y dignísimo continuador de su legado, formidable virtuoso del piano, extraordinario director de orquesta como su antecesor y magnífico compositor- versión de uno de los más maravillosos conciertos para piano del repertorio, el inmortal Concierto para piano nº 2 op 18 de 1901,con el que Rachmaninov superó una profundo crisis depresiva y comenzó una larguísima carrera plagada de triunfos. El acompañamiento orquestal fue modélico y Bessonov fue de menos a más , con un hermosísimo segundo movimiento, espléndidamente tocado, lleno de delicadeza, introspección , sensibilidad y un brillantísimo, épico y lírico a la vez tercer movimiento, con una coda espectacular.

El concierto, tras la magnífica Quinta Sinfonía  de Tchakoisky, continuó con explosivos bises “ á la russe” (“Trepak” de Casacanueces op 71 de Tchaikovsky y una danza armenia de Khatchaturian) que  pusieron una apasionada guinda del alma rusa en nuestro oídos y en nuestro corazón.

LUIS AGIUS

  • Orquesta Philarmonia, Londres
  • ESA -PEKKA SALONEN, director
  • Obras de Mahler, Alban Berg y Beethoven
  • Auditorio Nacional Madrid, 8 y 9 de Octubre de 2019
  • IBERMUSICA

Pocas veces asistiremos esta temporada a conciertos de tan gran nivel artístico donde se combinen obras de tan profundo calado de grandes maestros (Beethoven , Mahler, Berg), una orquesta sensacional -Philarmonia de Londres- y un director de orquesta formidable-también extraordinario compositor- el finlandés Esa -Pekka Salonen una de las más importantes   batutas de la actualidad (por cierto de un estilo estético de dirigir muy elegante y canónico visualmente). El resultado han sido dos conciertos maravillosos organizados por Ibermúsica, el primero con una soberbia interpretación de la Novena Sinfonía de Mahler y el segundo con una no menos portentosa de la Séptima Sinfonía de Beethoven. En efecto, en la Novena de Mahler-una de las cumbres de todo el sinfonismo, quizá un punto y final en la historia de la música, porque se trata de la última sinfonía heredera del romanticismo del siglo XIX, pero profundamente “moderna”, visionaria,  y que abre nuevos caminos estéticos a las vanguardias musicales del siglo XX -Salonen planificó y modeló una ejecución orquestal primorosa tanto en lo expositivo, como en lo sonoro, con un espectro dinámico amplísimo, como nunca hemos escuchado en el Auditorio Nacional de Madrid en esta excelsa obra (pese a que hemos disfrutado de notables interpretaciones por eximias orquestas y batutas, como la Filarmónica de Viena y Gatti en 2011) y además con un sentido trascendente que nos reveló todo el complejísimo universo mahleriano. Por otra parte, la perfección –y la intención –de los ataques se puso de manifiesto especialmente en el Andante commodo inicial y la intensidad emocional y la enorme potencia sonora sin  estridencias, se evidenció en una colosal ejecución del tormentoso tercer movimiento, escalofriante. El Adagio final, fue introspectivo y profundamente conmovedor, matizadísimo y con unos pianissimi sublimes. La Philarmonia, una orquesta espléndida, que está en estado de gracia y que se ha convertido en una orquesta de referencia a nivel mundial desde que Salonen se ha convertido en su titular, brilló a un nivel ejemplar.

En el segundo concierto, la obertura Rey Esteban de Beethoven, (con timbales de tripa y trompetas naturales, de comienzos del siglo XIX , sin pistones) fue tocada con nervio y contundencia. Después siguió una extraordinaria interpretación de la suite orquestal de la ópera “Lulú” de Alban Berg con la Soprano Rebecca Nelsen (ataviada de femme fatale para la ocasión, con un vistoso vestido palabra de honor, estilo Balenciaga y largos guantes de terciopelo), de bello timbre y cuyo “sprechgesang” fue debidamente desgarrado y dramático. El acompañamiento fue sonoramente opulento, suntuoso y con acentos muy marcados. En la Séptima Sinfonía de Beethoven, Salonen nos ofreció una lectura vigorosa, brillante, apoteósica, con un ritmo marcado implacablemente, pero sin ser martilleante, sino muy al contrario, envolvente y emocionante, sin forzar los tempi, muy fluidos y naturales, con un Allegretto bellísimo (en el que quizá faltó apianar algo más en el sobrecogedor comienzo) y con un finale frenético, verdadera “apoteosis de la danza” como calificó Wagner a esta sinfonía. La respuesta de la orquesta fue soberbia, tocando con una precisión y claridad apabullantes. Deslumbrante, inolvidable.

LUIS AGIUS

Orquesta Filarmónica de Israel

Zubin Mehta, director

Obras de Pártos, Haydn y Berlioz

Auditorio Nacional Madrid, 19 de Septiembre de 2019

IBERMÚSICA

IBERMÚSICA ha inaugurado su 50º temporada con un extraordinario concierto de la Filarmónica de Israel, con su titular al frente, el ya legendario en vida Zubin Mehta (Bombay, 1936) que se despide de la titularidad de la gran formación israelí, tras a su vez, cincuenta años de trabajo en común. Fue un concierto emocionante y entrañable, con guiños indudables a una forma de tocar e interpretar el gran repertorio, que nos retrotrajo a la época dorada de las grandes batutas: Carlos Kleiber, Karajan, Giulini, Abbado y de grandes músicos veteranos que siguen en activo (Barenboim) depositarios de esa forma de hacer música.En la primera parte, después de una interesante partitura para cuerdas del músico húngaro de origen judío Pártos (Concertino para cuerdas de 1932) tuvimos la oportunidad de escuchar la hermosa e infrecuentemente tocada Sinfonía Concertante para violín, oboe, fagot y violonchelo en mi bemol mayor de Haydn (con notables solistas , miembros de la propia orquesta) y en la segunda parte la celebérrima Sinfonía “Fantástica” con la que Berlioz abrió en 1830 el Romanticismo en lo musical.

© Fotografías: Jose Luis Pindado / Ibermúsica

Zubin Mehta dirigió espléndidamente, con oficio y maestría,y la respuesta orquestal fue magnífica, especialmente en la Sinfonía Fantástica, plena de emoción, sentido, coherencia, tempi de gran naturalidad,y bellísimo fraseo, tocada con brillantez pero sin falsa ampulosidad. La Filarmónica de Israel , que no tiene un sonido tan bello como otras grandes formaciones europeas (Filarmónica de Viena, Filarmónica de Berlín, Concertgebouw de Amsterdam) es depositaria, sin embargo, de la grandiosa tradición interpretativa centroeuropea (lo que se nota en su magnífica cuerda) y se trata de una orquesta que tiene una gran precisión en los ataques, muy equilibrada en todas sus secciones y que  especialmente “interpreta”: sus músicos tocan con una gran convicción y entrega y esto el oyente lo percibe. Un concierto de la Filarmónica de Israel no es un trámite o rutina de lujo. Claramente pudo apreciarse esto de manera superlativa en los “bises” ,la obertura de “Las Bodas de Fígaro” de Mozart (un guiño del maestro Mehta a su vocación y larga carrera operística) y en una espectacular e inolvidable interpretación de la  polka “Truenos y relámpagos” de Johann Strauss, tocada “a lo Karajan” o “a lo Kleiber” que nos hizo recordar los Conciertos de Año Nuevo de los que Mehta fue director.

El concierto finalizó entre justas aclamaciones para el gran y veterano maestro Zubin Mehta, al que volveremos a ver esta temporada en Ibermúsica al frente de otra centuria gloriosa, la Filarmónica de Viena.

LUIS AGIUS

TRIBUTO A ALFONSO AIJÓN

50 AÑOS DE IBERMÚSICA

Alfonso Aijón

No es éste un texto laudatorio, aunque pudiera parecerlo. Tampoco es un “tombeau”, un lamento al insigne personaje desaparecido, porque su protagonista está felizmente vivo, rebosante  de salud y facultades, entre nosotros. Es un breve texto de sincero agradecimiento, porque todos los melómanos españoles debemos mucho a Alfonso Aijón, un hombre arrojado, arriesgado, que se propuso traer a Madrid, a España, y lo consiguió y ha conseguido, a las mejores orquestas, directores y solistas  del mundo. Gracias a su bonhomía, formidables directores de orquesta y pianistas se han convertido en amigos entrañables, que incluso le ayudaron en los momentos difíciles derrochando su talento y su capacidad musical para deleite del público madrileño -y español- evitando la desaparición de esta noble empresa. Pueden citarse a muchos en esa tarea, pero quizá Daniel Barenboim es uno de los más representativos. Quizá hubo alguna orquesta, algún director, pianista o violinista que Ibermúsica no pudo traer en estos 50 años, pero han sido y son todos los que han estado y están en su programación. A esta tarea contribuyó un gran equipo, que persevera cada día, y en el futuro es de desear que pueda ser capaz de continuar esta magna labor, que vista con perspectiva, nos podría parecer casi imposible de llevar a buen puerto en la actualidad.

Desde el reconocimiento, gracias, Alfonso, por tu labor en favor de la música. 

LUIS AGIUS

PARNASO DE LAS ARTES