ibermusica_concierto

Auditorio Nacional, 7 de Noviembre de 2019

TCHAIKOVSKY  Romeo y Julieta (Obertura-Fantasía)

RACHMANINOV Concierto para piano nº 2 en Do menor op 18  

TCHAIKOVSKY Sinfonia nº 5  en mi menor op 64 

Solista Ivan Bessonov, piano 

Orquesta Filarmónica Nacional de Rusia

Vladimir Spivakov, director

Precioso concierto con obras maestras e inmortales del gran repertorio el que tuvimos ocasión de escuchar dentro de la programación de IBERMÚSICA de la mano de Orquesta Filarmónica Nacional de Rusia, dirigida por el antaño prestigioso violinista Vladimir Spivakov, que en los años 80 y 90 deslumbró a todos los públicos de los cinco continentes por su asombroso virtuosismo, heredero de una legendaria estirpe de violinistas rusos, como Oistrakh, Kogan, etc. En esta ocasión nos deleitó en su faceta de director,  con excelentes versiones de Romeo y Julieta y de la formidable Sinfonía nº 5 de Tchaikovsky, el más grande compositor ruso de todos los tiempos, Stravinky “dixit” afirmación sobre la que a estas alturas ya no hay ninguna discusión-toda  aquella serie de críticos “snobs” del pasado siglo XX falsamente vanguardistas que tachaban al gran compositor ruso de sentimentaloide o de efectista, han desaparecido afortunadamente- por la soberbia belleza de sus melodías, su incontestable maestría compositiva, su maravilloso uso del color orquestal, su profundo conocimiento de la escritura para todos los instrumentos, su inmensa cultura personal y su refinada sensibilidad.Todo ello se puso de manifiesto especialmente en una antológica versión del sublime Andante de la Quinta Sinfonía, muy matizado y de bellísimo fraseo. El primer movimiento, muy dramático y apasionado estuvo muy bien tocado por la Nacional Rusa, una orquesta de un sonido ruso inconfundible, muy brillante y redondo en metales y viento madera y con una cuerda  de calidad aunque un poco agreste en el empaste, no tan sedosa como la de la Filarmónica de San Petersburgo, la mejor orquesta rusa en todos los aspectos. Al imponente Finale, muy bien ejecutado, le faltó algo de más de brillantez y riesgo  en el tempo (Spivakov es un director de tempi más bien pausados) aunque estuvo coronado por una coda ejemplar.

En Rachmáninov hizo su presentación el jovencísimo pianista ruso Iván Bessonov (17 años), que nos ofreció una hermosa, apasionada y vibrante pero sin sentimentalismos, -algo de lo que también se acusó a Sergéi Rachmaninov, el heredero directo de Tchaikovsky y dignísimo continuador de su legado, formidable virtuoso del piano, extraordinario director de orquesta como su antecesor y magnífico compositor- versión de uno de los más maravillosos conciertos para piano del repertorio, el inmortal Concierto para piano nº 2 op 18 de 1901,con el que Rachmaninov superó una profundo crisis depresiva y comenzó una larguísima carrera plagada de triunfos. El acompañamiento orquestal fue modélico y Bessonov fue de menos a más , con un hermosísimo segundo movimiento, espléndidamente tocado, lleno de delicadeza, introspección , sensibilidad y un brillantísimo, épico y lírico a la vez tercer movimiento, con una coda espectacular.

El concierto, tras la magnífica Quinta Sinfonía  de Tchakoisky, continuó con explosivos bises “ á la russe” (“Trepak” de Casacanueces op 71 de Tchaikovsky y una danza armenia de Khatchaturian) que  pusieron una apasionada guinda del alma rusa en nuestro oídos y en nuestro corazón.

LUIS AGIUS