«El Anillo de la Verdad» (La sabiduría de “El Anillo del Nibelungo” de Wagner)
Autor: Roger Scruton
Editorial Acantilado, nº 397, 512 páginas IRIS MURDOCH: “UNA GRAN TRAGEDIA NOS DEJA CON UNA DUDA ETERNA”
Acantilado presenta un monumental ensayo del prestigioso filósofo y ensayista inglés Roger Scruton (1944-2020) recientemente fallecido, donde nos expone sus tesis acerca de la “Verdad”, la “Sabiduría” que encierra la Tetralogía “El Anillo del Nibelungo” de Richard Wagner (1813-1883) , una de las más importantes y trascendentales obras de la Historia de la Opera y de la Música, pero sobre la que existe una interminable y agria controversia desde su estreno.Para los legos en música , nos referimos a las cuatro óperas que integran “El Anillo” como es conocido popularmente entre los wagnerianos de todo el orbe y por todos los melómanos, y que se ofrecieron por primera vez en el Fiestespelhaus de Bayreuth (Alemania) en 1876: es decir, las óperas “El Oro del Rhin” (Prólogo), “La valquiria” (Primera Jornada”) “Sigfrido”( “Segunda Jornada”) y “El Ocaso de los dioses” (Tercera Jornada).Richard Wagner tardó 25 años en componer estas imponentes y extensísimas óperas, si bien hay que tener en cuenta que interrumpió durante muchos años la composición del Anillo para escribir y componer a su vez otras dos magnas óperas (Tristán e Isolda y Los Maestros Cantores de Nuremberg) una de ellas, para el firmante y de acuerdo con el “canon” establecido por el último gran compositor de la tradición romántica y posiblemente, el mejor director de orquesta u ópera de la historia, Gustav Mahler (1860-1911) , una de las cuatro óperas magistrales de la Historia:”Tristán e Isolda” (1865).Las otras óperas según Mahler serían Don Giovanni y las Bodas de Figaro de Mozart y Parsifal, también de Wagner.Nótese que Mahler no incluye la formidable Tetralogía entre las obras maestras fundamentales de la historia de la Opera, aun siendo un ferviente admirador de la música de Wagner.
Scruton nos ofrece un ensayo riguroso, muy sólido, extraordinariamente bien escrito y documentado, situando perfectamente “El Anillo” en su contexto histórico-sociológico-político-cultural y filosófico (de Kant a Freud, pasando por Hegel, Feuerbach, Marx, Schopenhauer, etc)Asimismo, nos relata la trama con apabullante claridad y lucidez, desentrañando todos los recovecos, puntos oscuros, sutilezas, y requiebros del argumento, desbrozando el significado de todos sus símbolos ( el anillo, el tesoro del Oro del Rhin la lanza de Wotan, el Fresno, la espada Notung, el Valhalla etc) y retratando psicológicamente a los personajes de forma magistral.El ensayista británico nos ilustra de manera deslumbrante sobre las fuentes que utilizó Wagner para escribir el soberbio libreto (en cuanto a lo literario) de “El Anillo” y nos aporta un certero análisis sobre una posible “explicación” filosófica de una tragedia tan excelsa, pero no exenta de contradicciones y repleta de fragmentos contradictorios y confusos filosófica y dramáticamente.En esencia, Scruton basa su teoría en la pugna titánica entre el resentimiento y el amor y una final redención únicamente por el Arte, superador de la Religión, con la inmolación y desaparición de los dioses, quedando el amor para los humanos como último refugio.Así, los dioses de la Tetralogía aparecen como fieramente humanos, en especial ,la peculiar figura del Dios Supremo Wotan, que al final resulta ser un dios menor, sumamente contradictorio, atado por el poder de su propia ley y el respeto a los pactos, pero colérico, caprichoso y arbitrario, dejándose desbordar por sus bajas pasiones (algo muy sorprendente en un dios)Por otro lado, en la inmensa tragedia, tenemos la sorprendente presencia de dos amantes de carne y hueso que son hermanos-por lo cual el incesto se introduce por primera vez en la historia del a Opera- es decir, Siegmund, un héroe trágico y desafortunado (abandonado por Wotan a su suerte) y Sieglinde, un arquetipo de la redentora bondad femenina.Por otro lado, aparecen unos codiciosos, repugnantes y materialistas enanos, Alberich y Mime ( que mucho exégetas y desde luego los exégetas “nazis” identificaban con “judíos”) que encarnan la codicia y el resentimiento.A renglón seguido tenemos a unos toscos gigantes que son meros comparsas, a excepción de Fafner, que se convierte por arte de birli-birloque en un pavoroso dragón custodio del Oro del Rhin sin poder ni saber usarlo en ningún sentido.Para colmo, tenemos a una diosa o semi-diosa que deviene en mortal por amor, y al final se inmola, provocando el cataclismo y el Ocaso de los Dioses, la heroína Valquiria, Brünhilde, “hija de Wotan” y su “voluntad”, y además también un agresivo y prosaico héroe, Sigfrido, que es un ignorante y que al final sucumbe vilmente asesinado , amén de unas caprichosas sirenas, las hijas del Rhin que no saben lo que quieren, un Hagen,personaje odioso y envidioso, que solo quiere el Anillo y dominar el mundo y que perece víctima de su ambición…
En este marasmo, Scruton, curiosamente apenas hace referencia a los detractores de la Tetralogía, que, musicalmente es, sin ninguna duda, abrumadoramente hermosa, imponente, compleja, fascinante e irresistible, pero que pese a logros puntuales, es insostenible como drama perfecto, y muy confusa filosóficamente, pese al análisis salvador de Scruton, bastante plausible.Sin embargo, y pese a la genialidad de Wagner, Nietzche y Adorno (y otros muchos pensadores, como los existencialistas, los teóricos del psicoanálisis Freud, y Jung, la “Escuela de Frankfurt”,etc, etc) pusieron de manifiesto los colosales puntos débiles de la Tetralogía y Scruton tan solo los menciona de pasada.El filósofo inglés , si bien sigue a Heise y otros autores, obvia temas fundamentales ,como que esta magna obra daría pié a su utilización por el nazismo a modo de propaganda justificativa y singular de actos execrables, y la realización fáctica del mundo del paganismo en la Tierra, en Alemania, en el Reich de los mil Años, con una escenografía esplendorosa de algunos fragmentos musicales de Speer, Goebbels y Riefensthal, en las ceremonias del Partido Nazi (NSADP) en Nuremberg, muy del agrado de Adolf Hitler, muy wagneriano como es conocido, si bien los jerarcas nazis dormitaban con el Anillo, que les resultaba incomprensible y tedioso, excepto para Speer, y a ratos al dictador, que en realidad prefería Lohengrin, Tristán o Los Maestros Cantores (Anécdota: Speer y Furtwaengler pactaron la disolución en 1945 de la Filarmónica de Berlín en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, utilizando como “contraseña”, en concierto público en el Titania Palast,bajo el inicio de un bombardeo, los monumentales acordes de la grandiosa “Marcha Fúnebre de Sigfrido “ de “El ocaso de los Dioses”) También, pese a que Scruton nos ofrece en páginas anexas los “motivos conductores “ de la música, el ensayista elude deliberadamente ofrecer testimonios de los grandes músicos y críticos de la época, como por ejemplo Hanslick y Brahms que la consideraban una aberración , el primero en todos los sentidos, el gran Johannes Brahms, solo en lo musical, por estar tan lejana a la tradición beethoveniana. En justicia, hay que decir que la Tetralogía tuvo defensores furibundos desde el primer momento en Alemania, Inglaterra y Estados Unidos y en París y Viena, a partes iguales, una gigantesca indiferencia y animadversión.
Libro en definitiva, imprescindible para los “wagnerianos”, sumamente interesante para todos e indispensable para musicólogos, pero que está lejos de desentrañar la verdadera sabiduría sobre El Anillo del Nibelungo de Wagner: ¿puede desentrañarse una verdad determinante sobre una obra de arte tan colosal y controvertida como ésta? ¿puede desentrañarse alguna “verdad” concluyente sobre cualquier obra de arte? Juzgue el lector.
LUIS AGIUS