«DON CARLO» de Giusseppe Verdi, Ópera en cinco actos (versión de Módena, que incluye el «Acto de Fontenaibleau», 26 de diciembre de 1886)

Libreto  de Méry y du Locle sobre el drama  original de Schiller

Inauguración de la temporada 2019/2020 del TEATRO REAL DE  MADRID

Producción de la Ópera de Frankfurt

Dirección escénica  David McVicar

Escenografía Robert Jones

Vestuario Brigitte Reifenstuel

Dirección Musical Nicola Luisotti

Orquesta y Coro del Teatro Real de Madrid

Función del 27 de Septiembre de 2019

ELENCO (primer reparto)

Don Carlo Marcelo Puente

Isabel de Valois Maria Agresta

Felipe II Dmitri Belosselkiy

Rodrigo, marqués de Posa Luca Salsi

Princesa de Eboli Ekaterina Semenchuk

Gran Inquisidor Mika Kares

El Teatro Real ha inaugurado la temporada 19/20 con una ambiciosa producción, proveniente de la Ópera de Frankfurt, de la fabulosa ópera de Verdi, «Don Carlo» una de las más monumentales, hermosas y dramáticamente poderosas óperas del gran maestro italiano y de la ópera romántica, cuyo libreto  de dos libretistas franceses, Méry y du Locle está basado en la obra del mismo título de Schiller (originalmente escrita en 1787 por el gran autor alemán)  y que en esta ocasión se ha ofrecido en su “versión de Módena” (1886), la más extensa(ya que la obra fue amputada en su estreno en 1867 por el propio Verdi por resultar muy larga, y aún más amputada todavía en la Ópera de París, lo cual desató la justificada cólera del maestro de Busetto). Esta fabulosa obra, plagada de arias, dúos, pasajes concertantes, y coros memorables, presenta enorme dificultades vocales en los numerosos papeles principales – se diría que nos encontramos ante una obra «coral» en cuanto a protagonistas- así como en la partitura orquestal rica, variada, brillante, sugerente, vibrante, melancólica, trágica, sombría, que obliga al  director musical a realizar un profundo trabajo de análisis, introspección y matización, sin perder “vis dramática”. Todo esto se logró musicalmente en la versión que escuchamos en el Real, con un magnífico elenco de cantantes, entre los que sobresalieron la formidable soprano María Agresta como  Isabel de Valois,  el notable bajo Belosselsky como Felipe II, magnífico Luca Salsi como Rodrigo (si bien tuvo dificultades para “apianar”), la gran mezzosoprano Ekaterina Semenchuk como princesa de Eboli, y el soberbio Gran inquisidor, encarnado por Mika Kares (bajo profundo). Resultó algo flojo Marcelo Puente como Don Carlo (le faltó presencia, vigor, y heroísmo, estaba previsto el excelente tenor Francesco Meli).

Nicola Luisotti maestro italiano especializado en Verdi dio una auténtica lección de cómo debe dirigirse una gran ópera verdiana como es Don Carlo ,fiel al estilo de la ópera romántica italiana, con unos tempi fluidos, un fraseo envolvente, buscando conseguir un bello sonido de la orquesta , potencia sonora, brillantez y sentido dramático, sin tapar a los cantantes y con detallismo y sensibilidad cuando la ocasión lo requería. Sobresaliente.

La dirección escénica de David  McVicar-un director de escena muy interesante y competente, que atesora una excelente visión dramática de las óperas que pone en escena, como pudimos apreciar hace un par de temporadas en «Gloriana» de Britten- solo alcanzó  aciertos parciales, con la inclusión de elementos simbólicos (algunos buscando el efecto fácil, como la gigantesca cruz ardiente cuyas llamas crepitaban en la escena del “auto de fe”), si bien los movimientos de los cantantes  fueron en algunos momentos fallidos (se tapaban o daban demasiado la espalda al espectador) así como la iluminación ,con algunos errores (dejar prácticamente “a oscuras” a Maria Agresta cuando cantaba cerca del foso de la orquesta). Lo mejor fue la planificación del soberbio cuarto acto, con una extraordinaria escena entre  el rey Felipe II y el gran Inquisidor. Hubo también, empero, cierto estatismo en las escenas de grandes masas de soldados, cortesanos, etc. En cuanto a la escenografía de Robert Jones resultó poco convincente la utilización de una gigantesca estructura arquitectónica de ladrillo visto blanco (un poco de “cartón –piedra a ojos vista para los tiempos que corren) que no transmitió la sensación angustiosa u opresiva que supuestamente se pretendía. Otra cosa fue el cuarto acto, con la inclusión de una enorme cortina de gran efecto que evocaba la grandeza sombría de los aposentos del soberano más poderoso del mundo, el rey Felipe II. Con todo, gran comienzo de temporada, con uno de los títulos indiscutibles del repertorio, una Ópera grandiosa y bellísima, que la producción de la ópera de Frankfurt y el Teatro Real han solventado a un muy alto nivel.

LUIS AGIUS