“Solo por una rara combinación de técnica y hondura de sentimiento pueden el artista o el poeta lograr esa belleza que es afín al éxtasis que los santos ganan con la oración” (William Somerset Maugham)

Dos grandes escritores, distintos y distantes en el tiempo y en su estilo, el francés Théophile Gautier y el británico William Somerset Maugham, quedaron, sin embargo, fascinados y glosaron en sendos deliciosos e instructivos ensayos (Gautier: Murillo, le peintre de Seville, 1858; Somerset, Zurbarán, 1950) las virtudes y la espléndida factura de la obra de dos excepcionales maestros de la pintura española: Francisco de Zurbarán (1598-1664) y Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682). Gautier se vio atraído por la Gracia, es decir, la ternura, el colorido, la belleza grácil y volátil de las vírgenes y los ángeles del genial Murillo, ensalzando también su espléndido y sutil realismo (precursor de la pintura realista francesa del XIX). Por su parte, Somerset quedó subyugado por la Gravedad, entendida como la severidad, la magnificencia, la austeridad y el dramatismo de Zurbarán, maestro incontestable y absolutamente convincente.

Estos dos excelsos artistas constituyen las cimas más sobre- salientes de la pintura española del Siglo de Oro, si exceptuamos la colosal figura de Velázquez, pintor de pintores (ahí está la admiración sin límites que Picasso y Dalí sentían por el gran sevillano, universalmente extensible) y la no menos trascendente de Ribera, maestro sin igual del oficio barroco de pintor, que desarrolló su labor en Nápoles, muy influenciado por el gran Caravaggio, genio del clarooscuro.

A su vez, en lo concerniente a la Música, podemos trazar un paralelismo muy evidente entre Zurbarán y Murillo y otros dos supremos compositores si retrocedemos en el tiempo (no demasiado) y nos sumergimos en la grandiosa arquitectura polifónica de Tomás Luis de Victoria (1548-1611) y en la etérea y bellísima polifonía de Cristóbal de Morales (1500-1553). La Gravedad y la Gracia (tal como tituló uno de sus libros la gran escritora y pensadora francesa Simone Weil) se aprecian, se perciben y se palpan en la música y la pintura de estos excepcionales maestros. Por un lado, la sensibilidad y la ligereza nunca frívola sino grácil de Morales/Murillo frente a la gravedad imponente y turbadora de Victoria/Zurbarán. Pero reflexionemos sobre las diferencias (y las similitudes) entre los grandes pintores, que nos llevan a trazar posteriormente ese paralelismo musical.

En efecto, cuando en el caso de Zurbarán nos referimos a su “gravedad”, sin duda, estamos poniendo de manifiesto su sobria religiosidad, su efecto fascinante sobre el observador, que siente ante la contemplación de cualquiera de sus grandes lienzos de tema sacro, un poder sombrío, una austera majestuosidad, un dolor lacerante, una imponente religiosidad y, paradójicamente, una extrema visión terrenal de lo religioso. En Murillo, por el contrario, el espectador percibe un volátil y aéreo misticismo, una trascendencia sobrenatural cautivadora, llena de encanto y ternura. A la sobriedad en la gama de matices y colores en Zurbarán y su potente claroscuro, se opone un esplendoroso colorido y una luz resplandeciente en Murillo. A la rigurosa composición y perspectiva en Zurbarán, se contrapone en Murillo la sencilla libertad y lo vaporoso de su composición. A ambos grandiosos pintores los une sin embargo una característica prevalente: su realismo costumbrista, su autenticidad en los modelos y en los temas. No hay en ¡ninguno de los dos! ni truco ni tramoya, sino una verdad religiosa y humana sin paliativos, más humorística y tierna en Murillo, más severa y ascética en Zurbarán.

En Música, la contraposición entre Victoria y Morales no resulta tan acusada, pero puede afirmarse que Victoria es más so- brio, majestuoso, profundo, dramático e hipnótico, mientras que Morales se nos muestra más colorista, sutil, sugerente, angelical y etéreo.

Como puede observarse, los paralelismos y las diferencias son notables, pero acompañar la contemplación de un grave e impresionante Cristo de Zurbarán (o alguno de sus retratos de Santos o naturalezas muertas) con la escucha de un imponente Motete de Victoria, supone y significa a un tiempo el complemento y la antítesis de escuchar un Motete de Mora- les y arrobarse ante la gracia y la cautivadora pureza inconmensurable de, por ejemplo, La sagrada Familia del pajarito de Murillo. Qué gran fortuna, queridos lectores, que tan soberbios maestros de lo sagrado, lo místico y lo trascendente, pintores y músicos de nuestra Edad de Oro, formen parte esencial del legado inapreciable de la cultura española.

* La gravedad y la gracia es el título de un extraordinario libro de la escritora y pensadora francesa Simone Weil (Ed. Trotta).

La Pintura, que fundamenta su esencia en la luz y la Música, que basa su esencia en el sonido, parecen ser dos disciplinas artísticas distantes y contrarias. Aún más, la Pintura, a lo largo de muchos siglos de su Historia, es “concreta” (naturalezas muertas, paisajes, retratos…) y la Música, por el contrario, es abstracción pura y poderosa (y en el siglo XX se torna “concreta”, como la pintura se hace “abstracta”) Sin embargo, podemos sostener sin duda la estrecha vinculación de Pintura y Música, a través de épocas, estilos y Maestros tanto de uno y otro arte, y lo haremos en algunos casos desde estas páginas, refiriéndonos al conocido fenómeno de la sinestesia, entendida libremente como percepción sensorial. Desarrollemos a continuación un singular ejemplo gracias a dos grandes artistas españoles: Sorolla y Granados.

Así, contemplar un cuadro de Joaquín Sorolla puede provocarnos la “audición” espontánea de la música de Enrique Granados (o recordarnos mentalmente su “sonoridad”). De igual modo, escuchar una pieza musical de Grana- dos puede evocarnos la luminosidad de un cuadro de Sorolla (o en algunos casos provocar una “imagen” mental de un cuadro concreto). Una misma época, una atmósfera similar, una esté- tica paralela y, sobre todo, como decía Stefan Zweig, una cierta nostalgia del mundo de ayer, irremisiblemente per- dido, están presentes, además, en las obras de ambos artistas, el pintor y el músico. Así, el pincel de Sorolla sobre el lienzo puede ser el equivalente de la mano derecha de Granados sobre el teclado del piano.

Lejos del tópico, justificado y justificable de asociar a Granados con Goya, ya que Granados, pintor aficionado, estuvo sumergido en el peculiar universo estético de Goya mucho tiempo, debido a la composición de Goyescas, puede afirmarse de una manera rotunda el paralelismo o identificación entre la luz resplandeciente y la gama cromática de los cuadros de Sorolla: Paseo a la orilla del mar, Niños en la playa o Idilio en el mar, entre otros (teñida a veces de una suave melancolía), y la delicada y exquisita línea melódica y la armonía de Granados, coloreada a su vez de una cierta nostalgia en su música para piano (Danzas Españolas, Escenas románticas, Valses poéticos, Cartas íntimas, etc.). Época, estilo y sentimiento equiparan y entrelazan a estos dos gigantes de la cultura española de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, que no son ajenos al sentimiento crepuscular del final de una época (el siglo XIX) y a la incertidumbre de la apertura de una nueva (el siglo XX). Tanto en la pintura del uno como en la música del otro, no se abraza, sin embargo, el academicismo, sino que se expone lo mejor del Arte del siglo XIX, es decir, el respeto por exponer de la forma más elegante, refinada y emocionante posible (sin cursilería ni sentimentalismo) la sensibilidad humana y el reflejo de toda una época.

Por otra parte, Sorolla, gran retratista y formidable paisajista y Granados, magnífico evocador de ambientes y de una exquisita expresividad en su música (fue calificado por la crítica anglosajona como el “Chopin español”), se convirtieron en artistas españoles triunfantes en Nueva York, la nueva metrópoli económica y cultural emergente (en clara competencia con París), que comienza, a principios del siglo XX, a albergar a grandes figuras europeas (como Gustav Mahler). Así, Sorolla recibió el mecenazgo de Huntington y Granados pudo estrenar su ópera Goyescas antes de morir trágicamente en el hundimiento del Sus- sex. Ambos compartieron un triunfo en vida de su apuesta artística y en esencia, representan lo mejor de su tiempo. El empuje de las vanguardias del incipiente y convulso siglo XX y el estallido de la Primera Guerra Mundial les dejaron sin continuadores estéticos de su altura y relevancia. No cabía ni mejor pintura ni mejor música en su estilo: ambos, Sorolla y Granados agotaron el “estilo romántico” si es que puede calificárselo así (ya hay rasgos impresionistas ligera- mente acusados en Sorolla y armonías
audaces en Granados).

Finalmente, podrá afirmarse que hay otros paralelismos posibles entre la refi- nada y nostálgica música de Granados y la obra pictórica de otros pintores españoles (quizá Rusiñol, más lejanamente Darío de Regoyos), pero es indudable que percibir la resplandeciente luz de un Sorolla, sus figuras, la ligera brisa del mar, el reflejo de la luz en el agua, solo tiene parangón y equivalente musical en las deliciosas piezas para piano de Granados, su verdadero alter ego musical. En ambos es palpable el declinar de una época y para nosotros queda disfrutar de lo que en este período tan vulgar que nos ha tocado vivir es un regreso a un apacible paraíso perdido, el mundo de ayer.

Luis Agius

Pop-Art a todo color en la Fundación Canal Isabel II
Madrid

Roy Lichtestein: Carteles

Atractiva y deliciosa exposición de carteles del genio indiscutible del ”Pop –Art”, Roy Lichtestein , con carteles originales-así como carteles “autorizados” por el artista, es decir, carteles diseñados conforme a su estilo y criterios por otros pintores o instituciones- desde 1963, procedentes de Estados Unidos, (fundamentalmente Nueva York)Alemania ,Suecia, (Estocolmo) y Holanda, sobre las más diversas temáticas: carteles para exposiciones, cine, teatro, acontecimientos culturales, eventos, festivales, políticos, etc.Los carteles de los años sesenta son particularmente originales y creativos y suponen el inicio –y la culminación-del estilo de Lichtestein , quien ya en 1969 era una auténtica estrella, un artista muy cotizado, cuyas exposiciones en la galería de Leo Castelli de Nueva York constituían un auténtico acontecimiento artístico y mediático.La fama y el prestigio de este supremo artista, que inició su carrera en el diseño industrial, no hizo sino aumentar con el paso de las años, en los que su estilo se fue depurando, perdiendo, empero, algo de frescura y originalidad.En todo caso en la retrospectiva que podemos contemplar en la Fundación Canal puede apreciarse el derroche de creatividad del artista norteamericano, su fascinación por la geometría y el color y su conocido pragmatismo, que lo hacía contrario a toda meditación o contemplación, buscando un arte basado en la impresión o impacto directo de la imagen en el observador.Magnífica exposición, imprescindible para los amantes de este estilo y estética tan peculiar , pero a la par, tan fascinante.

LUIS AGIUS

Exposición “Redescubriendo el Mediterráneo”

Fundación Mapfre, Madrid
Comisario: Pablo Jiménez

La Fundación Mapfre nos ofrece una magnífica y atractiva exposición de pintura moderna, en concreto de maestros impresionistas y post-impresionistas franceses , italianos y españoles en torno al mar Mediterráneo , entendido como principal referente cultural y estético de los artistas de estos tres países tan estrechamente vinculados a la cultura mediterránea en todos sus aspectos y a la pintura en particular.Puede afirmarse sin temor a equívoco que Francia , Italia y España son las principales potencias pictóricas cualitativa y cuantitativamente a lo largo de la Historia y llegados al último tercio del siglo XIX y a la irrupción de las vanguardias, en el primer tercio del siglo XX-marco temporal de la exposición- experimentan especialmente Francia y España una eclosión y explosión de talento muy notable, cuyos exponentes son los grandes artistas cuyas obras podemos contemplar en esta exposición.Así contemplamos espléndidos lienzos de Sorolla, Sunyer, Togores, Picasso, Dalí, Pinazo, etc, por España y Matisse, Bonnard, Derain, Camoin, Maillol, etc, por Francia.La temática de los cuadros gira en torno al paisaje mediterráneo en todos sus vertientes, visiones y acepciones, así como naturalezas muertas, retratos y otras composiciones más elaboradas, siempre con el denominador común y el papel relevante de la luz y el color, elementos esenciales de lo mediterráneo,pero tratados por cada pintor a su modo y estilo.También destacan algunos bronces, entre ellos dos magníficos de Aristide Maillol.Exposición interesante y variada.Muy recomendable.

LUIS AGIUS

Ya puedes realizar desde casa un recorrido virtual por la muestra temporal Henri Matisse. Jazz. A través de la web del Museo podrás descubrir la exposición, que podrás visitar hasta el próximo 13 de enero, en la que se explora una de las facetas más originales y vanguardistas del artista francés a través de su obra “Jazz”. Un extraordinario libro formado por una colección de 20 láminas creadas a partir de papeles recortados y textos de Matisse. Con el patrocinio del despacho de abogados Daniel Pastor Asociados.

Acceder a la visita virtual

Realiza desde casa, a través de la web del Museo, el recorrido virtual por La furia del color. Francisco Iturrino (1864-1924) y descubre una exposición excepcional e inédita sobre la obra del artista santanderino, que en esta ocasión está acompañado por otros de su tiempo como Zuloaga, Matisse, Echevarría o Regoyos, entre otros. La muestra podrá ser visitada hasta el próximo mes de marzo y cuenta con la colaboración de  la Fundación Bancaria “la Caixa” y la Fundación Cajasol.

 

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Jens Müller hace un repaso ambicioso no sólo de la evolución de la industria sino también de nuestra estética — TIME Magazine

History of graphic design Vol.2

En este segundo volumen, Jens Müller completa el más exhaustivo mapa visual de la historia del diseño gráfico realizado hasta la fecha. Descubra cómo la disciplina moldeó la sociedad contemporánea desde la década de 1960 hasta la actualidad; delmovimiento hippie nuevas formas de lenguaje visual. Con unas 3.500 piezas fundamentales y 78 proyectos emblemáticos, cada año se presenta a doble página e incluye reseñas sobre figuras clave.

 

The History of Graphic Design 1960–Today, una historia del diseño gráfico desde la década de los sesenta hasta nuestros días, es el segundo volumen de Jens Müller con el que el autor completa el más exhaustivo mapa visual de la historia del diseño gráfico realizado hasta la fecha. A través de 3.500 piezas fundamentales y 78 proyectos emblemáticos, Müller descubre cómo esta disciplina ha ido moldeando la sociedad contemporánea desde el movimiento hippie hasta nuevas formas de lenguaje visual. Cada año se presenta a doble página e incluye reseñas sobre figuras clave en la historia del diseño gráfico.

The History of Graphic Design.
Vol. 2, 1960–Today

Jens Müller, Julius Wiedemann
Tapa dura, 24,6 x 37,2 cm, 480 páginas
Editorial Taschen

El Museo Carmen Thysse Málaga expone 20 láminas del libro “Jazz”, del pintor Henri Matisse

Henri Matisse. Jazz
Del 11 de octubre de 2018 al 13 de enero de 2019

La muestra, abierta desde el 11 de octubre, explora una de las facetas más originales y vanguardistas del artista francés a través de su obra “Jazz”, un libro extraordinario formado por una colección de 20 láminas creadas a partir de papeles recortados y textos del propio Matisse.

“Jazz” es una obra clave en la evolución de la obra de Matisse. La elaboración del libro se convirtió en el laboratorio que le permitió pasar definitivamente de la pintura a los papeles recortados que ya había utilizado en años anteriores de forma ocasional como apoyo a la creación de sus grandes composiciones pictóricas. A partir de entonces, los recortes se convertirían en su medio principal de expresión, en el que las tijeras sustituyen al pincel. Con esta obra el pintor dio paso a un nuevo momento creativo entre 1942 y 1947, año en que se publicó el libro, introduciendo una forma de creación radicalmente nueva en su producción y en el arte moderno.

Las 20 láminas que conforman el corpus de “Jazz”, tienen una unidad temática, con imágenes de extraordinaria viveza, y una fuerte coherencia estética, en sus siluetas recortadas en colores puros, simples, expresivas, dinámicas y flexibles, en palabras del propio Matisse, producto de “cristalizaciones de recuerdos de circo, de leyendas populares o de viajes”.

Para la edición de los libros a partir de los collages originales de Matisse, realizados con recortes de papeles pintados con gouache, se recurrió al estarcido mediante plantillas, para reproducir las distintas formas y el efecto de superposición, y se utilizaron los mismos pigmentos. El resultado de este laborioso procedimiento manual fueron unas ediciones muy cuidadas de 100 y 250 ejemplares en las que cada libro es único.

“Jazz” enriquece y complementa la nueva exposición temporal “La furia del color”, que se expone en el Museo Carmen Thysse de Málaga, y en la que se reivindicará la “modernidad radical” del pintor cántabro Francisco Iturrino (1864-1924) en el que Matisse influyó en la búsqueda de una pintura vibrante y llena de colores y con el que mantuvo una estrecha amistad.

La muestra cuenta con el patrocinio del despacho de abogados Daniel Pastor Asociados, que colabora por segunda ver en el Museo Carmen Thysse.