¿POR QUE SCHUBERT?: La irresistible fascinación ejercida por el genio vienés en los músicos y en los melómanos de hoy.

Es un hecho absolutamente constatable y profundamente llamativo desde las últimas décadas del pasado siglo XX hasta nuestro días, el auge , la preeminencia en los programas y el favor del público del que disfruta la música de Schubert.En un primer y superficial análisis podemos encontrar como causas el noble y sincero melodismo de su música, la fácil asimilación de sus obras , perfectamente estructuradas, la belleza de sus motivos musicales, la vastedad de su catálogo, el parejo nivel que alcanza tanto en la música sinfónica como en la de cámara, etc.Solo nos falta una Opera de gran calado –“Alfonso y Estrella” y “Fierabrás” son intentos operísticos bienintencionados o incluso apreciables pero que distan mucho de la categoría de un “Fidelio” o de las operas de Carl Maria von Weber, por citar tan sólo a algunos insignes contemporáneos del compositor austríaco- y alguna obra de gran formato en el género concertante,para afirmar que estamos ante un maestro absoluto, dominador consumado de todos los géneros musicales.Sin duda, Franz Schubert con su extraordinario legado, donado a la posteridad a la escandalosa edad de 31 años, casi finalizando su juventud y en una primera madurez, puede ser considerado y de hecho lo es , como una figura incontestable de la historia de la Música.Sin embargo, el hecho de haberse convertido en uno de los grandes compositores, sin extrañar a nadie -ni siquiera a los detractores de su música- no es un hecho solo justificado por la calidad y cantidad de su obra musical.En Schubert y su música hay un algo más, un “más allá”, diferente del misticismo wagneriano, del culto a Beethoven como titán de la música, del inmenso respeto a la figura de Bach, o al sobrecogimiento que produce en ocasiones la divina belleza y perfección de la música de Mozart.

Bach, Mozart, Beethoven, Wagner , parecen alcanzar la estatura de dioses que habitan y gobiernan el Parnaso musical, mientras Schubert, también un gigante –que caminó entre sus contemporáneos como un enano-aparece como un músico fieramente humano, cuya vida fue un dechado de desgracias, en el que reinaron ostentosamente la melancolía, la desolación, la desesperanza y la agonía de un “Wanderer” (caminante o vagabundo errante) que, dotado de un genio sin igual, murió miserablemente en los suburbios de Viena en una habitación llena de humedades y casi en el anonimato.

Ese músico desgraciado, Franz Schubert , el de los famosos “600 lieder”, el que compuso obras maestras que son “meta-música”, porque van mucho más allá de lo estrictamente musical, dotadas de una trascendencia cuasi mística o filosófica (me refiero a Winterreise, D911, la Sonata para piano no 21 D960, el Quinteto D956, la Sinfonía Incompleta D759, el Cuarteto La Muerte y la Doncella D810, la fantasía “Wanderer” D760, la Sinfonía D944), es hoy por hoy quien , en términos cualitativos- y casi cuantitativos-domina la programación de auditorios, salas de conciertos, festivales, casas de cultura, etc.Su música sinfónica cada vez es más programada y su música de cámara, siendo de una factura impecable, no resulta tan comprometida de interpretar técnicamente, con lo cual y al igual que se hacía a lo largo del siglo XIX ,se ejecuta habitualmente en cada hogar donde los melómanos disponen de un piano o de algún instrumento de cuerda, por no hablar de la posibilidad no solo reservada a cantantes profesionales de cantar sus maravillosos “lieder” (del corpus total hay un porcentaje muy complejo en lo técnico, si bien la mayoría están al alcance de la voz media masculina o femenina; otra cosa es alcanzar cimas interpretativas, algo reservado lógicamente a los profesionales de reconocido talento y prestigio).La extensión en la interpretación de la música de Schubert es claramente perceptible especialmente en lo que al repertorio pianístico schubertiano se refiere: las 21 sonatas y los fragmentos de Sonata cada vez son más interpretados y grabados, al igual que tradicionalmente lo fueron en el siglo XX los Impromptus, los Momentos Musicales y las Klavierstucke D946.

La música de cámara,- en especial el maravilloso Quinteto D956 y los cuartetos y los dos grandes Trios con piano , el D897 y el D929, op 100 cuyo Andante incluso se popularizó debido al cine , al formar parte de la BSO de la extraordinaria película de Stanley Kubrick “Barry Lyndon”, al igual que el “Andantino” de la Sonata D959, fragmento musical esencial en la película turca “Sueño de Invierno” ganadora de la Palma de oro del Festival de Cannes 2014, Schubert Samper- también goza del favor del público y de su constante ejecución por los intérpretes.Menudean también las grabaciones de los maravillossos ciclos de canciones, La bella Molinera, Viaje de Invierno y el Canto del Cisne, que sin estar dirigidos a ser saboreados por todos los paladares, se han convertido en la joya de la corona de las “liederabend”, en especial Winterreise D911, quizá la obra maestra de Schubert y una de las diez mejores de la Historia de la Música: el siglo XIX en lo musical sería estética e ideológicamente incomprensible sin el alucinado y desolado viaje del desgraciado héroe (artista) romántico, viaje sin sentido, teñido de melancolía, en pos de la soledad y la muerte, y al final, antesala del nihilismo más recalcitrante.Ya los grandes compositores románticos (primero Schumann, luego Liszt, Brahms, y otros como Bruckner y Mahler) se interesaron , apreciaron y glosaron la música de Schubert, edificando los cimientos de una tradición en su comprensión e interpretación que llega hasta nuestros días.

Sin embargo, persisten los enigmas en torno a Schubert, su vida y su obra :¿por qué tantas composiciones incompletas o a medio esbozar?¿realmente la sífilis que padecía condicionó su forma de componer música o se trata de un recurso fácil para explicar lo inexplicable?¿Dónde reside el genio schubertiano?.Es bien cierto que como dicen sus detractores, Schubert carece de esa obra capital, de fama mundial e intemporalidad absoluta (como la Novena de Beethoven, el Requiem de Mozart, la Pasión según San Mateo de Bach, Tristan e Isolda de Wagner, etc) pero no por ello decrece el interés por su música o por su obra.En los últimos tiempos incluso se han abierto vanos y futiles debates en torno a su presunta homosexualidad que por otra parte nada aportan a su figura ni dan explicación a lo enigmático del carácter de su obra musical ni explican el motivo por el cual el melómano actual gusta tanto de su música, la reclama o incluso la exige, y en el caso de ciertas obras (las ya mencionadas como meta-música) las consume voraz y repetitivamente en las salas de concierto, temporada tras temporada, como si de una tradición se tratase.¿Por qué?

Algunas respuestas a considerar: quizá Schubert anticipó en su propia existencia mundana la soledad, el vacío y la angustia que experimenta el hombre contemporáneo.Quizá sus sencillas y nobles melodías, tan fáciles de asimilar y tan disfrutables, quizá sus cambios tan radicales incluso violentos, de humor, atmósfera, color, sentido dramático, quizá la tensión luz/sombra, Eros-Tánatos es en Schubert más evidente.El hecho cierto y constatable es que su música llega hasta lo más fondo del alma humana y lo hizo desde el propio siglo XIX, pero sin tanta fuerza como hoy día.Sus detractores han hablado de la “divina longitud” de las sonatas schubertianas,de lo repetitivo de alguno de sus temas, de la construcción un tanto mecánica de algunos acompañamientos, pero todo ello puede tener «a sensu contario» argumentos que desmontan esas objeciones.El público melómano de Occidente y Oriente de hecho ya las ha desmontado hace tiempo: sigue cantando, sufriendo, llorando, riendo, asombrándose y acongojándose con Schubert y en especial, sorprendiéndose.

Quizá ningún otro músico ha conseguido entrar en el fondo del corazón humano con tanta sencillez y de forma tan certera.Sean cuáles sean los auténticos motivos de la justa fama del compositor austríaco en nuestros días, y de la irresistible fascinación que genera su música, solo nos resta en relación a Schubert que lamentar un hecho insoportablemente injusto: que la vida de este genio se truncara tan pronto y que, pese a componer tanto, ese tanto, por ser un tesoro tan maravilloso, nos parezca tan poco.
LUIS AGIUS