Lord Byron
La visión del juicio. Poemas de amor
Traducción de José C. Vales
Ed. Alba. Barcelona (2018), 238 págs. (18,50 €)
(t.o.: The Vision of Judgement)
ISBN: 978-84-9065-425-5

 

En esta elegante edición de poemas de lord Byron (George Gordon, 1788-1824), con el texto en inglés y la traducción al castellano, se ofrece por primera vez La visión del juicio en edición anotada. Se trata de un poema satírico, fruto de la enemistad entre el poeta Robert Southey y Byron, por sus distintos pareceres ideológicos y políticos, que ocasionaron duros ataques también sobre aspectos más personales. El tema es el juicio al rey Jorge III, al presentarse ante San Pedro, San Miguel y el Demonio. Se publica sin firmar, el 15 de octubre de 1822, en el primer número de The Liberal, que Byron había fundado con Shelley y otros amigos, y tuvo una notable repercusión en Inglaterra, a pesar de que para entonces el poeta ya había abandonado definitivamente su país. Byron escribió otros seis poemas de este tipo.

La literatura satírica corre el riesgo de quedar como pieza de museo, con el paso del tiempo, al estar relacionada con personas y acontecimientos muy concretos, tanto en el espacio como en el tiempo, lo que puede dificultar la comprensión para lectores de otras épocas y ámbitos. En este sentido, son muy adecuadas las notas que figuran a pie de página en esta edición. Lo que pervive, sin embargo, es la vitalidad del poeta, su carácter apasionado, arrogante, irónico, demoledor, fantasioso y sus puntos de vista más revolucionarios y desasosegados que los de la primera generación de románticos ingleses o lakistas.

Byron es autor, además, de nueve cuentos en verso, de tres poemas menores, de dos grandes poemas (Childe Harold, 1812-1818; y Don Juan, 1818-23), de ocho dramas y de unos 300 poemas líricos. A esto hay que añadir su obra en prosa: memorias, diarios, comentarios y un valiosísimo epistolario, formado por más de mil cartas. En la edición que comento, con el título de Poemas de amor, se incluyen dieciocho poemas líricos de extensión variada, casi todos escritos con ocasión de algún suceso bien determinado, como se señala en los breves comentarios con los que se cierra el libro. Sin embargo, esto no resta interés a los poemas, a pesar del paso del tiempo, pues se trata de uno de los temas universales y constantes de la poesía, y aquí, en contraste con el tono satírico de La visión del juicio, el lector encontrará emoción, ternura, pasión, dicha, dolor, e imágenes de gran lirismo (¡Oh!, deja que tu mirada, libre como la de la gacela, // ahora brillante y rebelde, ahora bella y tímida, // que arrebata cuando pasa, que deslumbra donde se posa, // se detenga en esta página, y que no le niegue a mis versos // esa sonrisa por la que mi pecho en vano podría suspirar… // si es que alguna vez pudiera ser yo para ti algo más que un amigo: // concédeme solo eso, querida dama: no preguntes por qué // pido ayuda a alguien tan joven ante este trabajo: // solo concédeme el honor de ese ramillete de lirios sin igual.). Una buena muestra de la poesía de lord Byron en una cuidada edición a cargo de José C. Vales.

 

Luis Ramoneda

CARLOS AGANZO

Arde el tiempo

Ed. Renacimiento. Sevilla (2018), 170 págs.
(ISBN: 978-84-17266-26-4)

Arde el tiempo es un excelente poemario, el noveno de Carlos Aganzo (Madrid, 1963), en el que escribe sobre los grandes temas de siempre: el amor, la muerte, la belleza, el sentido de la existencia, el dolor, el bien, el mal, el paso del tiempo…, lo cual parece hoy bastante necesario, cuando nos deslumbran los avances tecnológicos y nos persigue un consumismo banal. Y lo hace apoyado en los pilares en los que se asienta lo mejor de nuestras tradiciones culturales –la mitología clásica y oriental, la herencia bíblica judeo cristiana, con ecos de tantas y tan variadas realidades filosóficas, artísticas, religiosas– y en el testimonio de la historia… Las referencias más o menos explícitas son variadas, pero no se trata de mostrar la erudición del poeta, sino de aprender de los maestros, de los sabios, de los que nos enriquecen con las ideas, con la bondad, con la belleza.

A esto hay que añadir el contacto con la naturaleza: paisajes, cambios estacionales…, en lugares y momentos diversos, lo que da pie a imágenes de impactantes y a interesantes juegos semánticos (Ya embriagados de música, // la piel de los jazmines // se abre como un cuerpo, // como copa de amor y de ternura // a los dedos del agua.), fruto de una estimable capacidad para la observación, para la reflexión y para la contemplación, de las que estamos tan necesitados, aunque a menudo privados por la cadencia voraz de la vida cotidiana. No se trata de parajes vacíos, porque, detrás de los poemas de Arde el tiempo, está el hombre, la realidad de ayer y de hoy, en el que sufre, en el que sueña, en el que ama, en el que duda, en el que recuerda, en el que espera… (Canta el mar del olvido // su canción de agua hueca // contra el tambor solemne de las rocas, // y los marinos abren temerosos // su oído a la dicción de las cavernas.).

En la distribución de los poemas, se aprecia cierto orden según los contenidos, como quien ve un objeto desde diversos ángulos y con diversas luces o enfoques, para ahondar en el intento de comprender, de abarcar frente a los límites. El ritmo de los versos es generalmente sereno, abundan los endecasílabos y el verso suelto o libre, y todo invita a una lectura reposada y reflexiva.

Luis Ramoneda