V Centenario de la muerte de Leonardo da Vinci “Pero mientras ocupaba su tiempo en raras investigaciones en áreas subsidiarias para el arte, solo fue capaz de terminar muy pocas obras a causa de su carácter veleidoso e inconstante: su talento aspiraba de tal modo a la perfección que comenzaba muchas cosas y después las abandonaba” (Paolo Giovio, Vidas de hombres famosos, 1527) “El pintor rivaliza y compite con la Naturaleza” (Leonardo da Vinci, Fábulas)null

Poco puede añadirse a las miles y miles de páginas escritas en torno a Leonardo da Vinci (1452-1519), quizá el hombre y el artista más inteligente, polifacético y creativo que vieron todas las épocas, pero sobre el que pesan inevitables e inexorables sombras, enigmas y misterios, que han alimentado la imaginación de escritores y cineastas, y sumido en la perplejidad a críticos, especialistas e historiadores. Fue pintor, escultor, escritor, arquitecto, ingeniero civil y militar y sus proyectos irrealizables por adelantarse quizá demasiado a su época, abarcaron también la mecánica, la arquitectura y la hidráulica, así como estudió detenidamente la anatomía humana, la medicina y las matemáticas. Asimismo fue músico avezado, que componía bellas canciones y tañía la lira, al parecer una de nueve cuerdas con una cabeza tallada por Verocchio y otros instrumentos con elegancia y buen oficio, al igual que proyectó diversos instrumentos musicales. De su faceta musical nos ocuparemos más adelante, porque sea como fuere, si Leonardo es universalmente conocido lo es como pintor, una única de sus múltiples facetas, en la que se nos aparece como un maestro indiscutible, pero inconstante.

Ciertamente, Leonardo pintó numerosos cuadros y algunos frescos (maravillosos pero técnicamente fallidos como la archifamosa Última Cena de Santa Maria delle Grazie en Milán), pero puede decirse que realmente no finalizó ninguno, permaneciendo muchos abocetados, inacabados o en proyecto. Sus antológicos dibujos son sin duda más numerosos (e incluso más divulgados, como el universalmente conocido Hombre de Vitruvio) que sus lienzos y, como señala acertadamente Georges Steiner, Leonardo quizá no acabó ningún cuadro, porque siguió severamente el axioma “ninguna obra de arte está jamás auténticamente concluida”.

Con este ideario estético-filosófico, el genio italiano quiso afirmar su búsqueda incansable de la perfección, si bien aceptando que tal perfección es inalcanzable. Por lo tanto, sus lienzos, aun bellísimos y magníficos, paradigma del ideal estético del Renacimiento, no están concluidos o, en ocasiones, hay hasta varias versiones (como en el caso del maravilloso La Virgen de las Rocas). El cuadro más famoso del mundo, debido al pincel de Leonardo, la inevitable Gioconda, cuya enigmática sonrisa ha hecho correr ríos y ríos de tinta, en realidad tampoco está concluido por completo: el misterioso paisaje que sirve de fondo deliberadamente abosquejado, procura provocar una cierta inquietud y turbación en el espectador. Asimismo, el genial pintor dejó muchos lienzos a medias, lo mismo que murales, sin explicación o causa aparente, lo cual ha aumentado las especulaciones en torno al carácter inconstante de Leonardo o, por el contrario, su extremado perfeccionismo.

Por otro lado, la observación detenida y atenta de la Naturaleza le proporcionó a lo largo de su vida un conocimiento profundo que le permitió alcanzar una visión de la realidad que ningún otro artista de su tiempo pudo igualar. Bien es cierto que Miguel Angel, Rafael, Lotto, Giorgione o Tiziano, son artistas de asombrosa maestría, pero, salvo en el caso del primero (Miguel Angel también atesoró por otros caminos una inmensa sabiduría en la pintura, escultura y en la arquitectura civil y militar), ninguno fue capaz de ir más allá en otros campos del arte o vincularlo a la ciencia o a la técnica. Leonardo, por el contrario, sí lo hizo: sus diseños de maquinaria bélica, artefactos voladores, fortificaciones y, para nosotros, los melómanos, los instrumentos musicales, son buena prueba de ello.

En el campo de la música tenemos varios ejemplos de instrumentos diseñados por Leonardo: la viola-organista, un trasunto de viola da gamba y órgano; el organetto, un pequeño órgano positivo; el órgano “de papel”, etc. Con estos diseños, pretendía ampliar el abanico de la tímbrica instrumental, a fi n de dotarla de mayor colorido y variedad, impulsando así la música profana, fundamentalmente instrumental, frente a la sacra, dominada por las composiciones vocales a capella. No olvidemos que a su llegada a Milán para trabajar para Ludovico Sforza, el propio Leonardo dejó testimonio por escrito que se había granjeado la amistad del príncipe en virtud de su magnífica forma de tocar y cantar, gracias a las lecciones recibidas de Gaffurio, del cual ilustró un tratado de armonía Practica musicae. Sin duda, se trata de un hecho muy relevante, demostrativo del talento de Leonardo también para la música, pues la corte milanesa era visitada por los mejores músicos de la época, como, por ejemplo, el gran Josquin des Prés. Asimismo, Leonardo estudió en Milán la técnica de los instrumentos en relación a la propagación del sonido, sentando las bases de unos primitivos pero trascendentes estudios sobre una disciplina desconocida hasta entonces, la acústica.

La predilección de Leonardo por la música (“alimento del alma”, como la denomina en alguna de sus cartas) no queda solo aquí, sino que se encuentra estrechamente vinculada también a su faceta de escritor. En efecto, también fue un literato notable, que compuso numerosas cuartetas, canzone, poemas y versos libres, acompañados de sencillas composiciones musicales que se han perdido y, por otro lado, Favole (Fábulas), narraciones deliciosas en su ingenua expresividad, pero en absoluto cándidas en su moraleja: en ellas Leonardo se manifiesta ácidamente contra la vanidad, la soberbia y la estupidez humanas, ensalzando los valores de la naturaleza frente a la mísera condición humana. Así, Leonardo nos ilumina con sus textos, alejados de la ortodoxia religiosa, persiguiendo que emulemos la sencillez, la nobleza y la humildad de plantas y animales, rechazando los lujos, los excesos, la trivialidad, la soberbia y la ignorancia.

En definitiva, pronunciar el nombre de Leonardo da Vinci significa decir todo respecto al arte, la ciencia, la filosofía y el conocimiento en los comienzos de la Edad Moderna. Su figura ha sido irrepetible e influyente, pero seguir su estela ha resultado inalcanzable, como inalcanzable es la perfección que tanto buscó este hombre único, que nació en el centro de Italia y que murió en un suntuoso castillo en el Loira, en el centro de Francia, según la leyenda, en brazos de un rey, Francisco I, uno de los más poderosos de su tiempo, fascinado amante de sus inconclusos y espléndidos lienzos.

Luis Agius